viernes, 19 de agosto de 2022

La tribu Araucana.- El Gran Casino y el Museo de Oceanografía

 LA ciudad de San Sebastián fué durante los veraneos de princípios de siglo, urbe que daba brillantez a cuantos epísodios se sucedían en toda la temporada. Llegaban personajes, se celebraban espectáculos atrayentes. Los tipos más raros, se convierten en curíosos al público. No había entretenímiento que no despertase afán de presencíarlo. 

Es lo cierto, que cuanto los veraneos organizaban, se veía con simpatía. El año de 1901, llega a San Sebastián, y procedente de París, la famosa tribu «Araucana». Fueron contratados en la exposición. Sus trabajos, de prímer orden, llamaron la atención. Aquella tribu, da a conocer las costumbres guerreras y religiosas de su pueblo. 

Sabido es que los araucanos, tan pagados de su independencía, han sido enemigos irreconcilíables de los españoles. Mantuvieron guerras constantes. Los araucanos forman una confederación compuesta de cuatro estados, subdivididos en ochenta y un províncias. Y aunque nuestros misíoneros trataron de introducir entre ellos el cristianismo, una sublevación general acabó con todos los trabajos en el año de 1720 -siglo XVIII. 

Y el verano de principios del sigio XX, aquella tríbu se encuentra en San Sebastián. Vende cadenas; sortíjas hechas con crínes de caballo y otros objetos típicos, raros, son objeto de la curiosidad de las gentes. 

Había corrido la noticia de que el jefe de aquella tribu llegada a San Sebastián, era nada menos que el que descendía dírectamente de Lautaro, o sea, del que luchó con el famoso capitán y conquistador de Chile, don Pedro de Valdivía. En las conversacíones mantenidas, enseñó y explicó, acerca de los estribos y las espuelas, que según manifestación de su padre, habían pertenecido al citado capitán, don Pedro de Valdivia. Le fueron quitadas después de su muerte. 

La tríbu araucana se exhíbía en el frontón de «Jai-Alai». Ya pesar de lo distante que se hallaba del centro de la Ciudad, excitada la curiosídad del pueblo, era constante el número de visitantes que llegaba al frontón para ver a los araucanos. El jefe de los araucanos hablaba con el público. Según manifestaciones suyas, él se proponía realizar una de las hazañas que sus oyentes la consideraban imposible. Quería nada menos que jugar una apuesta que consistía en amarrar y sujetar con lazo, un toro, y estampando en el acto, sobre su piel, un sello de fuego. No llegó a realizarse en la ciudad de San Sebastián. 

Pero en cambio, en otro aspecto bien distinto, el Gran Casino de San Sebastián, organizó un concierto de orquesta, con su programa elegido por sufragio. Fué una idea que parecía original, pero lo que sí fué, era un gran programa. 

El sufragio dió el siguiente resultado: La «Jota de San Fermín del inmortal Sarasate, fué elegida por ciento cuarenta y ocho votos. «Fantasía de la Boheme», de Puccini, por ciento cuarenta y seis; que por dos votos no empató con la famosa Jota. «Murmullos de la Selva», de Wagner, por ciento veinticinco votos, «La Suite de Aíres Vascongados», del maestro y gran pianista Echeverría, profesor mío, llegó a alcanzar ciento veinte votos. Y la maravillosa pieza musical títulada «Las Bodas de Luis Alonso», de Jíménez, ochenta y siete votos. 

Pues bien; el programa elegido por sufragio no pudo ser de más artística atracción. Parecía el triunto de la música regional sobre el pentagrama universal. La Jota de Sarasate y los aires vascongados de Echeverría, triunfaron nada menos que sobre el «Murmullo de la Selva», de Wagner, y la «Fantasia de la Boheme». Y no podemos decír que el público elector era el popular de un «sufragio universal», sino el más selecto del mundo artístico. El que escuchaba los mejores conciertos de los mejores escenarios del mundo. El que acudía y llegaba de Ostende, Deauville, Niza y Monte Carlo. Y toda aquella gente que era el chantilly del gran mundo, que parecía cosmopolita. Pues bien; justamente aquel mismo empacho de música universal y en constante programa de todos los públicos, constituyó el deseo de escuchar algo que llevase en sus notas, el aíre de la personalidad de un pueblo; el matiz del alma regional; otra cosa distinta a la músíca oída en todos los teatros del mundo. 

Es lo cierto, que un gran éxito coronó la labor de elección y de sufragio. La música regional se escuchó como notas delírantes. Parecía encontrar un marco idóneo. El alma de la región, colmó el ansía de aquel público. Y nada defraudó el interés del sufragio. 

El Gran Casino, entre la serie de espectáculos de vida mundana, se encontró con la prueba del país. Que respondió como epísodio inesperado, pero que causó el mejor efecto. 

Dejo a un lado este aspecto de aquella vida veraniega. Voy a volver a recordar el Palacio del Mar. De él hablé en los últimos capítulos. Termíno ahora con un matiz administrativo que faltó entonces. El acierto de los Ayuntamientos en acceder a la petición de la Sociedad Oceanográfica de Guipúzcoa. 

Porque esta petición fué elevada el 5 de diciembre de 1923. Y señala el emplazamiento que lo describí con amplitud.O sea las rocas inmediatas al lugar denomínado «El mírador»,en «Kay-Arriba».

El 25 de octubre de 1924, la Comisión Municipal Permanente acuerda que la construcción del edíficío no debe rebasar del paseo del Príncipe de Asturías, y a la escalinata que da bajada al muelle en la termínación de la carretera. Ocupa el edificio una superficie de unos 500 metros cuadrados. Consta de planta baja, principal y alta. La Escuela de Pesca se trató de instalar en la planta baja, con dos clases de náutica elemental y de fogoneros habilitados. Sala destinada a Acuaríum. 

Tres departamentos destinados a sala de disección, selección y preparación de ejemplares, para el Acuaríum, y colecciones. Y un depósito de enseres de pesca. En la planta principal, la sala de Juntas. Secretaría, archívo y Biblioteca. Sala de museo de pesca. Oceanografía e Historia Natural del Mar. Laboratoríos dotados de agua de mar y dulce, gas y electricidad. 

En la planta alta, salón central destinado al Museo HistóricoNaval. Una galería fotográfica y un laboratorío, con otros departamentos de menor interés. 

Nos hallamos entre los años de 1923 y 1924. Los Ayuntamíentos de aquellas épocas históricas, sin dilapidar la hacienda municipal, Ilevaban a cabo innovaciones que mantenían una gran relación con la cultura pública. De entonces hasta hoy, la situación ha cambiado. Aquel Acuarium que apenas despertó interés cuando se instaló, es hoy un centro visítadísimo por gentes de todas partes. 

Un puerto de mar, como lo es la cíudad de San Sebastián, no podía carecer de instalación oceanográfica. La extensión y descripción del océano, con todo cuanto tiene de riqueza. Con lo que supone de ciencía del mar que nos rodea, necesitaba una gran exposición explicativa. Y colecciones de toda clase de peces y maríscos. San Sebastián lo tiene ya. La profundidad de los mares, las condiciones físicas de las masas de agua, la vida vegetal y animal que exíste en el mar. El conjunto de seres que viven en el fondo, y todo cuanto relacionado con la grandeza y misterío de las aguas, donde la vida animal parece inagotable, existe en el mar cantábrico y otros océanos; el Acuarium de la cíudad de San Sebastián, podrá explicar ilustrando, a cuantos en la actualidad lo visiten. 

Recordemos que en la gran exposición marítima que se celebró en Burdeos el año 1907, se presentaron instalaciones de oceanografía muy importantes. Libros, mapas, aparatos y otras manifestaciones de la vida oceanográfica, para llegar entre otras cosas, al conocimiento de la profundidad de los mares.

(Adrián de Loyarte)

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